Está
claro que la dirección del BCE está en una situación
difícil. Están bajo una presión extrema, ya que los
halcones monetarios mantienen puntos de vista monetaristas cuando responden
agresivamente a la inflación y defender la paridad del euro frente
al dólar para poder sostener los altos costes por importación
de materias primas (petróleo).
Esto supone
que el BCE se debate entre dos opciones: o subir los tipos y defender el
euro, o mantener los tipos para sostener la economía y la paz social.
La situación en Francia ya empieza a asomar el descontento sindical
por los efectos de la inflación sobre la capacidad de compra de
los trabajadores.
Christine Lagarde,
en una conferencia de septiembre, explicó que si "las expectativas
se desanclan y desencadenan una espiral de salarios y precios, puede llevar
a que la inflación se vuelva persistente" incluso después
de que desaparezca el choque energético.
Sin embargo,
los sindicatos europeos no ven una espiral de salarios y precios, sino
pérdidas masivas de salarios reales. Según cifras del BCE,
la pérdida salarial ajustada por inflación para los trabajadores
de la zona del euro fue de alrededor del cinco por ciento en términos
reales. El próximo año, el BCE tampoco prevé una aceleración
importante del crecimiento de los salarios, entre otras razones porque
la economía está entrando en recesión.
La Reserva
Federal de Estados Unidos ha actuado de forma mucho más agresiva.
Algunos culpan al BCE por no subir las tipos antes. El euro ha perdido
un 15 por ciento de su valor este año, elevando el precio relativo
del petróleo, denominado en dólares.
El problema
es que el efecto de la crisis energética en el sector industrial
y la base manufacturera de Europa es mucho más grave que en los
Estados Unidos. En una situación en la que EE. UU. no se ve tan
afectado como la UE, una caída del euro es inevitable.
El dilema del
BCE es si el aumento de las tipos de interés para salvar al euro
se realiza mientras que la economía europea se está deteriorando,
es posible que genere el efecto contrario al que se pretende.
Así
que se quiere combatir la inflación con altos tipos de interés.
Todo para salvar al euro y el ataque a los bonos europeos de países
como Italia y España. Pero esta doble combinación “alta inflación
con altos tipos de interés” ya se dio en las décadas de 1970
y 1980, la inflación también era alta y las tipos de interés
eran aún más altos. Esto logró reducir la inflación,
pero también provocó una grave recesión y una crisis
de deuda en todo el mundo.
El contexto
institucional y el contexto económico es muy diferente al de hace
50 años. La fuerza sindical es mucho menor que en la década
de 1970, y ahora hay un alto nivel de globalización económica,
lo que también hace que sea más difícil negociar salarios
más altos.
Sin embargo,
es evidente que los aumentos de los tipos de interés empujan a la
baja los salarios y, en última instancia, provocan un aumento del
desempleo. Y eso podría afectar a millones de trabajadores de la
zona del euro. Estas circunstancias podrían afectar gravemente a
la paz social y Francia ya anticipa los primeros síntomas de malestar
sindical.
El vicepresidente
del BCE, Luis de Guindos, señaló recientemente que los gobiernos
nacionales deben usar sus políticas presupuestarias para apoyar
la política monetaria y combatir la inflación. Por ejemplo,
las medidas de apoyo específicas pueden ayudar a mitigar las dificultades
de los aumentos de precios para los hogares y las empresas más vulnerables.
Las medidas específicas para reducir los aumentos de los precios
de la energía, preferiblemente coordinadas a nivel europeo, también
pueden reducir la presión sobre los negociadores salariales a nivel
nacional.
Si se consiguiese
reducir el precio de la energía, los acuerdos salariales nominales
podrían ser algo más bajos. Y esto también reduce
los costes para las empresas y elimina estos efectos secundarios.
Los precios
de la energía son el factor clave de la inflación. Entonces,
para garantizar la estabilidad de los precios a mediano y largo plazo,
los gobiernos deben invertir en un sistema energético mejor y más
estable.
Las inversiones
sólidas en energía y clima requieren condiciones financieras
favorables porque las inversiones climáticas son susceptibles a
costes de endeudamiento más altos, ya que requieren inversiones
iniciales muy grandes. Un mayor tipo interés podría llevar
a la cancelación de estos proyectos.
La inversión
también puede aumentar la capacidad productiva. Así que más
inversiones no tienen que ser inflacionarias. Si, por ejemplo, si se invierte
en infraestructura de transporte o áreas críticas de infraestructura
energética, esto asegurará una inflación más
baja en el futuro.
Tenemos un
plan con el fondo europeo de recuperación ante la pandemia hacia
los estados miembros que tienen que gastarlo en innovación digital
e inversiones climáticas, entre otras cosas.
Italia y España
deberían gestionarlo con tal nivel de eficiencia que se pudiese
argumentar que tal instrumento debería ser permanente como muestra
de solidaridad. Los inversores podrían comprar activos europeos
seguros. Habría menos preocupaciones por la especulación
contra los países miembros individuales, lo que implicaría
cargas de tipos de interés más bajas para muchos países
miembros, si no para todos ellos. Desde la perspectiva europea, también
mejoraría la estabilidad.
Ya hay muchas
voces en Europa a favor de un fondo permanente de al menos el 1 por ciento
del PIB europeo por año, pero esto es teoría y queda por
ver como se ejecutan los fondos europeos en Italia y España. Lo
que suceda será determinante para la política financiera
de Europa en la próxima década.
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