1.
CAUSAS Y RESPONSABILIDADES TÉCNICAS
Las oscilaciones
anómalas en la red continental generaron sobretensiones que desencadenaron
desconexiones en cadena. Red Eléctrica Española (REE) omitió
sustituir una central de reserva, reduciendo el margen de maniobra. Nueve
plantas generadoras fallaron al no absorber energía reactiva, incurriendo
en disparos indebidos. El informe oficial señala un posible incumplimiento
normativo con un importe de sanción de hasta 60 M€ por parte
de la CNMC, aún por confirmar. Estos fallos combinados precipitaron
el colapso total.
2. VACÍO
REGULATORIO ESTATAL
Desde 2021,
REE advirtió sobre la necesidad de actualizar el protocolo de protección
del sistema, sin éxito. La normativa, obsoleta desde 1996, no obliga
al promotor —el Gobierno— a incorporar a renovables en el control de tensión.
Esta laguna penaliza la financiación de proyectos de refuerzo de
red y aumenta el coste del sistema. Los inversores reclaman certidumbre
jurídica y un tipo de interés regulatorio estable para asumir
la modernización de infraestructuras.
El gran apagón
revela que la red española opera bajo reglas de hace casi tres décadas.
Urge un Real Decreto que incluya a las plantas eólicas y fotovoltaicas
como respaldo de tensión, reduciendo riesgos sistémicos y
optimizando la gestión de la demanda en un mix eléctrico
con alto peso renovable.
3. IMPACTO
Y RESPUESTA INMEDIATA
A las 12:33
h, semáforos, trenes y ascensores se detuvieron. Francia, Marruecos
y centrales hidroeléctricas permitieron la recuperación:
entre 6 y 10 horas para restablecer el servicio. El coste estimado de este
fallo supera los 150 M€ en indemnizaciones industriales y servicios
críticos. Asociaciones de consumidores ya recaban facturas para
reclamar daños y perjuicios.
4. PRÓXIMAS
ACCIONES Y RECOMENDACIONES
Actualizar
el protocolo de operación: incorporar renovables en servicios de
tensión y armonizar la normativa con la directiva UE 2019/944.
Refuerzo de
reservas: exigir a REE planes de respaldo con un margen mínimo del
15 % sobre la demanda pico.
Transparencia
y rendición de cuentas: publicar los nombres de centrales implicadas
y sus responsables.
Financiación
de la modernización: lanzar bonos verdes con tipo de interés
atractivo para cofinanciar la digitalización y sensorización
de la red.
DATOS
EL GRAN APAGÓN
DE 2025: EL VACÍO REGULATORIO Y LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
El 28 de abril
de 2025, a las 12:33 del mediodía, la península ibérica
sufrió un apagón eléctrico total sin precedentes.
En cuestión de segundos, toda España y Portugal quedaron
a oscuras, en el primer “cero eléctrico” nacional de la historia.
Las causas fueron complejas: una serie de oscilaciones anómalas
en el sistema eléctrico continental provocó sobretensiones
en la red española, desencadenando desconexiones en cadena de centrales
eléctricas que no pudieron contenerse. En otras palabras, el sistema
contaba con capacidad insuficiente de control de la tensión, se
produjeron perturbaciones que desestabilizaron la red, y varias plantas
de generación se desconectaron –en algunos casos de modo indebido–
ante las sobretensiones. Este cóctel de fallos multifactoriales
culminó en el colapso total del suministro eléctrico peninsular.
Impacto inmediato:
El consumo eléctrico de España cayó aproximadamente
a la mitad en el momento del apagón, pasando de unos 25 189 MW a
apenas 12 425 MW en torno a las 12:30. Grandes ciudades quedaron paralizadas:
semáforos apagados, trenes detenidos y miles de personas atrapadas
en metros y ascensores. Gracias a aportaciones de energía de Francia,
Marruecos y a centrales hidroeléctricas de arranque autónomo,
la reposición del servicio pudo comenzar pronto y la recuperación
total tomó entre 6 y 10 horas, completándose hacia la medianoche
de ese lunes.
La siguiente
gráfica, publicada por Red Eléctrica de España (REE),
ilustra la brusca caída de la demanda eléctrica tras el colapso
y su paulatina restauración durante la tarde y noche del 28 de abril:
Evolución
de la demanda eléctrica en España el 28/04/2025: el consumo
cayó bruscamente tras el apagón del mediodía y se
recuperó gradualmente hasta la medianoche.
Cabe destacar
que se descartó por completo la hipótesis de un ciberataque
como origen de la caída del sistema, aunque los investigadores identificaron
algunas vulnerabilidades de ciberseguridad en el sistema eléctrico
que deberán corregirse para evitar que un ataque futuro pueda causar
un apagón similar. Asimismo, las primeras especulaciones que achacaban
el colapso al creciente peso de las energías renovables en el sistema
quedaron refutadas por los datos: hubo suficiente generación disponible
y la energía solar fotovoltaica no fue la causa del apagón.
Más bien, el evento puso de manifiesto fallos sistémicos
en la gestión de la red ante la nueva realidad del mix eléctrico.
EL INFORME
OFICIAL Y LOS RESPONSABLES IDENTIFICADOS
Tras 49 días
de investigación, el Gobierno presentó el 17 de junio de
2025 un informe técnico de 182 páginas con la secuencia detallada
de hechos y conclusiones sobre el apagón. En él se reparten
responsabilidades por el “cero eléctrico” principalmente entre dos
actores:
Red Eléctrica
Española (REE) – el operador del sistema eléctrico – por
una deficiente planificación de los recursos de respaldo. En la
víspera del apagón, una de las diez centrales convencionales
que REE había programado como reserva para controlar la tensión
se declaró indisponible, y REE decidió no sustituirla por
otra. Este posible error de planificación dejó al sistema
con menor margen de maniobra del necesario cuando comenzaron las oscilaciones.
Las empresas
generadoras – propietarias de centrales eléctricas tradicionales
– por el funcionamiento anómalo de nueve plantas que deberían
haber amortiguado la sobretensión y estabilizado la red. En la práctica,
todas y cada una de esas centrales presentaron incumplimientos en su respuesta:
no absorbieron la energía reactiva excedentaria como estaba previsto,
contribuyendo a que la tensión siguiera subiendo. Algunas unidades
se desconectaron por seguridad antes de tiempo (disparos indebidos), lo
que agravó la reacción en cadena en la red.
Estos dos factores
–planificación insuficiente y respuesta deficiente de centrales–
actuaron de forma combinada para precipitar el colapso. El propio Gobierno
calificó el origen del apagón como “multifactorial”, negando
que hubiera una única causa determinante. También recalcó
que no faltaba capacidad de generación en el sistema en ese momento,
descartando problemas de oferta energética.
Sin embargo,
el informe oficial omitió señalar cualquier responsabilidad
del propio Estado o de las autoridades regulatorias en el incidente. Además,
muchos detalles críticos fueron mantenidos bajo confidencialidad:
el documento publicado ocultó los nombres de las centrales involucradas
y de sus empresas propietarias, con numerosas secciones tachadas en aras
del secreto empresarial. Esta falta de transparencia –justificada oficialmente
por cautelas legales a petición de las compañías eléctricas–
dificulta atribuir responsabilidades precisas a cada actor y, por ahora,
impide saber exactamente qué plantas fallaron y a qué empresas
pertenecían. Las autoridades han dejado en manos de la Comisión
Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) y de la vía judicial
la determinación de posibles sanciones o indemnizaciones concretas
por este apagón sin precedentes.
La reacción
del sector no se hizo esperar. Tras conocerse el informe, se produjo un
cruce de acusaciones público entre REE y las grandes eléctricas.
La asociación de compañías eléctricas (Aelec)
negó rotundamente cualquier negligencia por parte de las generadoras
y achacó toda la culpa a Red Eléctrica por no haber garantizado
el control de la tensión. Por su parte, Beatriz Corredor, presidenta
de Redeia (matriz de REE, participada por el Estado), defendió la
actuación de REE y reprochó que la información suministrada
por las eléctricas durante la investigación no tuvo la “calidad
deseable”, llegándola muchas veces marcada como confidencial y de
forma fragmentada. Esta disputa evidencia la complejidad a la hora de depurar
responsabilidades en un sistema tan interconectado.
VACÍO
REGULATORIO: EL ROL DEL ESTADO EN LA CRISIS
Aunque el informe
gubernamental no lo reconozca abiertamente, diversos análisis independientes
han apuntado a un “tercer responsable” tras el gran apagón: el propio
Estado, en su papel de regulador y gestor del sistema eléctrico.
El suceso dejó al descubierto un importante vacío regulatorio
en España, derivado de normas obsoletas que no se habían
adaptado al nuevo mix energético dominado por renovables. En particular,
salió a la luz que el protocolo de protección del sistema
eléctrico databa de 1996, sin haber incorporado adecuadamente los
cambios tecnológicos y operativos de las últimas décadas.
Este protocolo anticuado no contemplaba, por ejemplo, la aportación
de las plantas renovables a servicios de soporte de tensión o la
gestión de grandes volúmenes de generación distribuida,
factores clave en la red actual.
Desde 2021,
Red Eléctrica venía advirtiendo a las autoridades sobre la
necesidad de actualizar la normativa de operación del sistema para
reforzar el control de tensión y otros aspectos técnicos.
La Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC) trabajó
en ello y en noviembre de 2024 presentó una propuesta de nueva regulación,
reconociendo que la vigente se había quedado desfasada. Sin embargo,
el Gobierno no llegó a adoptar ni implementar esos cambios antes
del apagón. En consecuencia, en abril de 2025 el sistema eléctrico
operaba aún bajo reglas y parámetros del siglo pasado, a
pesar de la rápida evolución del parque generador.
La falta de
adecuación regulatoria recae directamente en la responsabilidad
del Gobierno, al ser quien debía impulsar y aprobar dichas actualizaciones.
De hecho, tras el apagón, el propio Ejecutivo admitió implícitamente
este vacío normativo al anunciar medidas de urgencia: el Ministerio
para la Transición Ecológica preparó un Real Decreto
(aprobado la semana siguiente) que, entre otras reformas, permitirá
por primera vez que las plantas de energía renovable se utilicen
como centrales de respaldo para controlar la tensión del sistema.
Esta decisión supone cambiar la normativa para que instalaciones
eólicas, fotovoltaicas u otras fuentes limpias puedan contribuir
activamente a estabilizar el voltaje de la red –un rol que antes estaba
reservado prácticamente solo a centrales síncronas de gas,
carbón o nuclear. Junto a ello, el Gobierno se dispone a acelerar
la actualización de la legislación eléctrica para
adaptarla a las nuevas tecnologías y necesidades operativas, asumiendo
de facto que existía un importante rezago regulatorio que facilitó
el colapso. En palabras de la ministra Sara Aagesen, se trata de “instaurar”
cuanto antes esos cambios pendientes en las reglas del sistema.
No es esta
la única faceta de la responsabilidad estatal en la crisis. El Estado,
a través de la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales),
es accionista del 20 % de Redeia, la empresa matriz de REE. Es decir, el
Gobierno no solo regula externamente el sector, sino que también
participa en la gestión del operador del sistema. Pese a ello, en
la presentación del informe ninguna autoridad hizo autocrítica
sobre posibles fallos propios en materia de supervisión o gobierno
corporativo de REE. Más bien, la presidenta de Redeia (designada
con influencia pública) se eximió de cualquier error en la
gestión del operador y focalizó la culpa en las eléctricas
privadas. Esta postura, calificada por algunos como “falta de mínima
autocrítica” ante un evento de tal gravedad, ha alimentado las voces
que señalan que el Estado también fue parte del problema:
por omisión en actualizar las reglas del juego a tiempo, y por comisión
al no detectar ni corregir a tiempo las deficiencias de planificación
y coordinación entre los actores del sistema.
Repercusiones
y próximas acciones
A raíz
del informe oficial y de las evidencias adicionales, se anticipa un complejo
recorrido legal y regulatorio en los próximos meses. Por un lado,
la CNMC ya ha abierto una investigación propia para depurar responsabilidades.
El regulador ha solicitado información detallada a REE y a las compañías
eléctricas, y podría imponer sanciones de hasta 60 millones
de euros a las empresas culpables de infracciones graves. Estas eventuales
multas, de materializarse, seguramente serían recurridas ante la
justicia, abriendo así la puerta a un prolongado litigio en los
tribunales. De hecho, directivos del sector vaticinan que “acabaremos en
los tribunales todos, unos u otros” dada la magnitud del apagón
y el cruce de imputaciones existentes. Asimismo, múltiples asociaciones
de consumidores y empresas afectadas están evaluando reclamar indemnizaciones
por los daños sufridos (desde pérdidas de producción
industrial hasta electrodomésticos averiados), apoyándose
en el informe gubernamental como base para sus demandas. No obstante, la
falta de identificación concreta de culpables en el informe dificulta
por ahora dirigir estas reclamaciones contra agentes específicos,
por lo que muchos esperarán a las conclusiones de la CNMC o del
proceso judicial antes de proceder.
En el plano
europeo, la Comisión Europea ha estado monitoreando muy de cerca
el caso, dado que se trató de un incidente eléctrico de alcance
continental (afectó también a Portugal y brevemente al sur
de Francia). España tenía un plazo de tres meses para notificar
a Bruselas las causas del apagón y las medidas propuestas, objetivo
que se cumplió con la entrega del informe en junio. Ahora, la Comisión
se ha dado hasta finales de octubre de 2025 para elaborar su propio informe
independiente sobre el apagón. Se espera que el análisis
comunitario sea aún más exhaustivo, pudiendo aportar luz
adicional sobre factores sistémicos y posibles recomendaciones a
nivel europeo. Este ejercicio externo resultará valioso para contrastar
la versión nacional y asegurar que se adoptan las mejores prácticas
internacionales para prevenir eventos similares. De hecho, tanto España
como Portugal ya han urgido a Francia y a la UE a acelerar el desarrollo
de nuevas interconexiones eléctricas con el resto del continente.
Una mayor capacidad de interconexión habría permitido, según
los expertos, amortiguar mejor las perturbaciones y reponer el servicio
más rápidamente en esta crisis. Por ello, fortalecer la resiliencia
transfronteriza de la red ibérica es otra de las lecciones clave
que deja el apagón.
Finalmente,
quedan importantes tareas pendientes para todos los implicados. El Gobierno
español deberá demostrar con hechos su compromiso de modernizar
el marco regulatorio y subsanar las brechas identificadas (tanto técnicas
como legales). Las empresas eléctricas, por su parte, enfrentan
el reto de mejorar sus protocolos operativos para garantizar que sus centrales
reaccionen adecuadamente ante eventos anómalos de tensión,
cumpliendo con los estándares de seguridad exigidos –máxime
considerando que reciben retribución por prestar servicios de soporte
al sistema. Red Eléctrica, como operador del sistema, tendrá
que refinar sus planes de contingencia y quizá adoptar una postura
más conservadora en la planificación de reservas, aprendiendo
de la decisión fallida de no reemplazar la central indisponible
el 28-A. Y por encima de todo, las autoridades energéticas deberán
asumir que su rol es garantizar un suministro eléctrico seguro y
eficaz, anticipándose a los cambios tecnológicos. Quienes
velan por el buen funcionamiento del sistema habrán de afrontar
las consecuencias de sus errores, y corresponde a los responsables públicos
evitar que la factura del apagón –y de las reformas necesarias para
prevenir nuevos colapsos– termine recayendo sobre los consumidores finales.
Autoría:
María Gómez – Ingeniera Eléctrica con experiencia
en regulación energética
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