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El puente ya no es solo una obra: es un activo con riesgo concentrado
En una autovía
de cientos de kilómetros, un viaducto de 300 m puede parecer marginal
en longitud, pero concentra:
los puntos
de mayor riesgo estructural y operacional,
los mayores
impactos potenciales en movilidad y logística,
y, en caso
de fallo, el mayor impacto en imagen del promotor y del constructor.
Los puentes
y viaductos dejan de ser “obras singulares” aisladas para convertirse en
activos críticos dentro de un sistema de gestión de la red.
Desde el punto de vista económico, su comportamiento condiciona:
la curva de
CAPEX (proyecto, construcción, refuerzo o sustitución),
el OPEX de
conservación (inspecciones, mantenimiento, reparaciones),
y el riesgo
de costes indirectos: desvíos de tráfico, pérdida
de ingresos en concesiones, penalizaciones contractuales o incremento del
tipo de interés exigido por financiadores ante dudas sobre la seguridad
y la durabilidad.
Para constructoras
e ingenierías, ofrecer soluciones que integren diseño, inspección,
SHM e intervención estructural significa ayudar al promotor a gestionar
ese riesgo concentrado… y justificar importes de contrato que incluyen
no solo hormigón y acero, sino también datos, modelos y servicios
de gestión.
2. Diseñar
pensando en el día 1… y en el año 50
Una de las
grandes ventajas competitivas para ingenierías y constructoras es
diseñar puentes “monitorizables” y “reforzables” desde el inicio.
No todas las tipologías se comportan igual a la hora de inspeccionar,
colocar sensores o ampliar capacidad:
Un tablero
prefabricado estándar con buen acceso a apoyos y juntas es más
sencillo de inspeccionar y reforzar que una solución muy singular
sin espacios técnicos.
Un puente metálico
ligero muy eficiente en CAPEX puede sufrir más en fatiga y vibraciones,
exigiendo SHM desde el primer día.
Un viaducto
en hormigón postesado mal detallado en zonas de anclaje puede convertirse
en un quebradero de cabeza a los 20 años.
Cuando el proyecto
incorpora explícitamente:
puntos singulares
para futuras inspecciones (registros, accesos, pasarelas),
detalles compatibles
con refuerzos posteriores (espacios para postensado adicional, posibles
encamisados, etc.),
y un esquema
de datos que permita crear un gemelo digital desde el “as built”,
la constructora
y la ingeniería están, en la práctica, protegiendo
la inversión del promotor y facilitando la vida al futuro gestor
del activo. Esa visión se valora cada vez más en pliegos
de concesiones y en operaciones con financiadores internacionales.
3. Inspecciones:
del “mirar y archivar” al “mirar, medir y decidir”
Durante años,
las inspecciones en muchos países se limitaron a cumplir con una
frecuencia mínima: se miraba, se rellenaban fichas en papel y el
archivo quedaba en una estantería. Hoy el enfoque está cambiando
hacia:
Programas de
inspección basados en riesgo:
más
frecuentes en puentes críticos o con patologías,
más
ligeros en estructuras sencillas y en buen estado.
Metodología
homogénea y trazable:
clasificación
de daños,
fotos georreferenciadas,
criterios objetivos
de severidad.
Uso de tecnologías
de apoyo: drones, escáner 3D, termografía, plataformas digitales
de inspección.
Para constructoras
e ingenierías, dominar estos programas supone:
poder ofertar
servicios de conservación y auscultación con mayor valor
añadido,
reducir la
subjetividad en los diagnósticos (y, con ella, el conflicto promotor–contratista),
y alimentar
con datos reales los futuros estudios de capacidad y proyectos de refuerzo.
En redes extensas
de España o Latinoamérica, donde el presupuesto de conservación
es limitado, una buena inspección no es un trámite: es el
filtro que determina qué puentes reciben importe de intervención
y cuáles pueden esperar.
4. SHM: de
“gadget tecnológico” a herramienta para hablar con el financiador
La monitorización
estructural (SHM) ya no es un lujo reservado a grandes puentes atirantados.
Cada vez más, aparece en contratos de:
viaductos de
gran luz sobre valles o cauces agresivos,
estructuras
en zonas sísmicas o climáticamente extremas,
puentes con
carga muy elevada o tráfico ferroviario intenso.
La ventaja
para constructoras e ingenierías está en conectar los sensores
con el lenguaje del promotor, el gestor y el inversor:
Un sistema
SHM bien diseñado, con acelerómetros, galgas de deformación
o fibra óptica, permite demostrar con datos que el puente se comporta
dentro de lo previsto.
Si se detectan
desviaciones, se pueden justificar intervenciones preventivas antes de
que la patología se convierta en emergencia; eso reduce el riesgo
de cierre intempestivo y los costes indirectos.
En un contexto
de financiación verde o sostenible, poder mostrar curvas de comportamiento
estructural, estados de servicio y vida útil remanente ayuda a obtener
mejores condiciones de tipo de interés y a argumentar inversiones
en refuerzo o sustitución.
Un euro invertido
en SHM bien planteado puede ahorrar decenas de miles en inspecciones extra,
ausencias de servicio y refuerzos mal programados. Para constructoras e
ingenierías, el SHM no es un coste tecnológico: es una herramienta
de gestión de riesgo y de negociación.
Además,
los datos de SHM alimentan modelos predictivos: se ajustan curvas de deterioro,
se refinan estimaciones de vida útil remanente y se priorizan intervenciones
allí donde el riesgo estructural y operativo es mayor.
5. Patologías
y refuerzos: de apagar fuegos a gestionar un portfolio de riesgos
La realidad
en muchas redes es clara:
puentes de
hormigón con corrosión de armaduras o cables de pretensado,
tableros metálicos
con fatiga en detalles y problemas de vibración,
socavaciones
en pilas de cauce tras crecidas extremas,
apoyos bloqueados,
juntas agotadas, barandillas obsoletas.
Actuar caso
a caso, como si cada puente fuera una sorpresa, es caro e ineficiente.
Las ingenierías y constructoras que han dado un salto cualitativo
trabajan con:
catálogos
de patologías típicas por tipología (hormigón
postesado, metálico, mixto, etc.),
familias de
soluciones de refuerzo —FRP, encamisados, postensados externos, ensanchamientos,
recalces— con costes de referencia,
y matrices
de decisión que integran riesgo, coste y tiempo fuera de servicio.
Eso permite
hablar con el promotor en términos de portfolio:
no se decide
solo “qué hacer con este puente”, sino cómo distribuir un
importe disponible entre varias estructuras para maximizar la reducción
de riesgo.
Para la constructora,
esta visión se traduce en contratos de rehabilitación y refuerzo
mejor estructurados, con economías de escala, comprar materiales
y equipos de forma optimizada y aprovechar curvas de aprendizaje. Para
la ingeniería, se transforma en un papel de asesor técnico–económico
capaz de justificar, con VAN y escenarios de TCO, si conviene reforzar,
rehabilitar integralmente o sustituir.
6. Gemelo digital
y datos: documentar para no rehacer
Otro punto
crítico donde las constructoras se juegan dinero y reputación
es la documentación de proyecto y de obra:
planos as built
incompletos,
cambios en
obra no reflejados,
pruebas de
carga sin datos archivados en formato útil,
ausencia de
inventarios detallados de apoyos, juntas, drenaje, sistemas de protección.
Todo eso dificulta,
años después, cualquier diagnóstico serio y dispara
el coste de las consultorías de urgencia y de las campañas
de ensayos “a ciegas”.
Cuando desde
el proyecto se piensa en un gemelo digital del puente —aunque sea básico
al principio— y se alimenta con:
la geometría
real ejecutada,
los resultados
de pruebas de carga estáticas y dinámicas,
los datos iniciales
de SHM (cuando exista),
y el histórico
de inspecciones y pequeñas reparaciones,
el gestor del
activo dispone de una base sólida para tomar decisiones futuras
de financiación y priorización de intervenciones.
Para constructoras
e ingenierías esto tiene una ventaja añadida:
reducen el
riesgo de litigios futuros sobre defectos de proyecto o ejecución,
porque hay un registro claro de estados iniciales, pruebas y parámetros
medidos.
7. España
y Latinoamérica: dos realidades, una misma oportunidad
En España
existe una tradición más larga de normas, catálogos
de puentes y sistemas de gestión de redes. En Latinoamérica,
la realidad es más heterogénea: grandes corredores con estructuras
modernas conviven con puentes envejecidos, catálogos incompletos,
climatología extrema y recursos de conservación limitados.
Pero la oportunidad
es común:
En proyectos
nuevos, introducir desde ya criterios de durabilidad, facilidad de inspección
y SHM en el proyecto y en los pliegos.
En redes existentes,
empezar por lo básico: inventario fiable, programa de inspecciones,
clasificación por riesgo y unos pocos pilotos de SHM en puentes
críticos.
Aprovechar
que muchos financiadores multilaterales ya valoran positivamente la existencia
de planificación de vida útil, gestión de riesgos
estructurales y datos objetivos para mejorar la financiación.
Las constructoras
e ingenierías que sepan traducir todo esto a propuestas concretas
—no solo “pondré sensores”, sino “reduciré el riesgo de cierre
y optimizaré el CAPEX/OPEX del puente”— tendrán ventaja en
licitaciones internacionales y en contratos integrados de conservación.
Conclusiones
operativas
Para promotores
y gestores de infraestructuras
Pensar en ciclo
de vida, no en obra suelta: exigir en proyecto, licitación y construcción
que puentes y viaductos se diseñen con criterios de inspección,
monitorización y refuerzo futuro.
Poner orden
en el inventario: sin inventario fiable, programa de inspecciones y matriz
de riesgo, es imposible justificar decisiones de inversión ante
financiadores e inversores.
Seleccionar
bien dónde monitorizar: no todos los puentes necesitan SHM, pero
algunos sí; priorizarlos según criticidad estructural, funcional
y económica.
Para constructoras
Internalizar
capacidades en diagnóstico y refuerzo: contar con equipos propios
o aliados estables en inspección avanzada, SHM e intervención
estructural mejora el margen y reduce dependencia de terceros.
Documentar
con mentalidad de gemelo digital: entregar as built, pruebas de carga y
registros de construcción en formatos útiles… es la mejor
póliza contra reclamaciones futuras y la mejor carta de presentación
ante nuevos promotores.
Para ingenierías
y consultoras
Convertir el
proyecto en una propuesta de gestión de vida útil: no limitarse
al cálculo; identificar desde el proyecto puntos críticos,
posibles modos de fallo, estrategias de SHM y esquemas de refuerzo futuro,
con estimaciones de coste y TCO.
Hablar el lenguaje
del inversor: traducir SHM, inspecciones y refuerzos a indicadores de riesgo,
disponibilidad y coste de ciclo de vida; eso cambia la conversación
con bancos, fondos y concesionarias.
Autoría:
Autoría: Javier Fernández – Ingeniero de Caminos, Canales
y Puertos, con experiencia en proyecto, rehabilitación y gestión
de puentes y viaductos en España y Latinoamérica.
Invitación:
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e intervención estructural en puentes y viaductos.
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