Para lograrlo,
el gobierno de Chile, a través de sus ministerios, principalmente
los de Energía, Minería y Transportes, ha trazado una hoja
de ruta regulatoria, en la que se contempla la promulgación de una
serie de normas, a saber: (i) el Reglamento General de Instalaciones de
Hidrógeno ; (ii) el Reglamento de Estaciones de Servicio Multicombustible;
(iii) el Reglamento de Requisitos Técnicos, de Construcción
y de Seguridad para Vehículos Propulsados por GH2 (hidrógeno
en estado gaseoso); y (iv) el Reglamento de Sistemas de Hidrógeno
para Operaciones Mineras, entre otros.
En Chile, el
potencial para la producción de electricidad renovable a través
de energía solar fotovoltaica, CSP, eólica e hidroeléctrica
se estimó en un estudio general completo, realizado por el Ministerio
de Energía y GIZ. El estudio abarcó el país desde
Arica hasta Chiloé, es decir, desde el extremo norte del país,
hasta el extremo sur del Sistema Eléctrico Nacional (SEN). Las partes
del sur de la Patagonia de Chile tienen dos sistemas eléctricos
insulares.
En Chile, la
Planificación Energética de Largo Plazo prevé una
duplicación del consumo de energía entre 2016 y 2050. En
el sector de generación eléctrica ya se aplica un impuesto
al carbono de 5 USD/t CO2 y, en algunos escenarios prospectivos, se estima
que suba a 30 USD/t CO2 en 2030. Los escenarios para la matriz energética
no consideran una disminución de las capacidades instaladas de generación
de electricidad a base de combustibles fósiles, sin embargo, se
está llevando a cabo una eliminación progresiva de la generación
a base de carbono.
En Chile, la
producción de hidrógeno está siendo promovida por
la Corporación de Desarrollo Económico de Chile (CORFO).
Se han creado dos consorcios internacionales a iniciativa de CORFO, ambos
para uso de H2 para movilidad en minería. La producción de
NH3 verde también se persigue en el contexto minero por parte de
la empresa Enaex, que hoy importa 360 000 t/año de NH3 para producir
explosivos y tiene como objetivo reducir su dependencia de la volatilidad
de los precios y reducir los costes mediante la producción de amoníaco
verde basado en energía solar.
Con base en
estos resultados, la producción de NH3 en el norte de Chile parece
una fruta particularmente al alcance de la mano, debido a la existencia
en el área de un mercado solar maduro, con un recurso excelente,
opciones eólicas interesantes, tecnología de desalinización
de agua disponible y un gran consumo local de amoníaco, debido a
la minería, en particular para el uso directo en explosivos (y oxígeno
como subproducto).
En la Patagonia,
tanto chilena como argentina, también podrían surgir oportunidades
muy prometedoras para producir H2 o NH3 verde a partir del viento, y quizás
algo de energía solar en los lugares más septentrionales,
posiblemente fortalecidos por algunos recursos hídricos varados
que también podrían ayudar a amortiguar la variabilidad.
Debido a la calidad del recurso y los vastos espacios desérticos,
tales casos podrían apuntar a la exportación a gran escala
de combustibles sintéticos a través de oleoductos y barcos,
por ejemplo, hacia Japón.
Chile, al igual
que otros países con parques de energía renovable en crecimiento,
enfrenta el desafío de administrar de manera eficiente los picos
diarios en la producción de energía limpia y abordar los
problemas de desacoplamiento.
En Iberoamérica,
la industria de hidrógeno verde y derivados de Chile es la más
avanzada, pero aún se encuentra en una fase incipiente. Debería
cobrar impulso en los próximos años, comenzando con la puesta
en marcha de plantas a escala de megavatios destinadas a la extracción
doméstica, seguidas de complejos de exportación a escala
de gigavatios a partir de mediados de la década en adelante.
|