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26 de noviembre de 2019
 
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RIESGOS EDIFICATORIOS EN LA ECONOMÍA GIG. LA UBERIZACIÓN EN LA SUBCONTRATACIÓN.
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¿Qué debe saber un profesional en un caso práctico como el de la noticia?
  • La gig economy o economía de los pequeños encargos es una nuevo relación laboral en el que se contratan empleados puntualmente para trabajos esporádicos en los que los empleados aportan todo lo necesario para la actividad. Un término que no es nuevo, pero gracias al desarrollo de la tecnología este modelo está al alza.
El gobierno de Nueva Zelanda está estudiando la introducción de mejores protecciones para los trabajadores a medida que se expande la economía gig. Está buscando las opciones para proteger a los trabajadores que trabajan en situaciones vulnerables en todas las industrias, incluida la construcción. "Todos los neozelandeses merecen buenos empleos, condiciones de trabajo decentes y una remuneración justa, sin embargo, algunos de nuestros trabajadores más vulnerables se quedan atrás", dijo el ministro de relaciones laborales y seguridad, Iain Lees-Galloway. "Para proteger a los contratistas vulnerables, estamos consultando los cambios para mejorar los derechos de los contratistas, y queremos escuchar las opiniones del público". En Nueva Zelanda, los trabajadores pueden ser contratados como empleados o contratistas. Los empleados reciben estándares mínimos establecidos en la legislación laboral, mientras que los contratistas a menudo tienen mayor flexibilidad e independencia. El gobierno dijo que alrededor del cinco por ciento de los trabajadores de Nueva Zelanda son contratistas y que tales acuerdos de contratación probablemente se volverán más comunes con la naturaleza cambiante del trabajo y la expansión de la economía de "concierto".

“Si bien la contratación funciona bien para muchas personas, estamos escuchando cada vez más informes sobre trabajadores vulnerables en situaciones de contratación en las que trabajan largas horas, ganan menos del salario mínimo por hora, dependen de un negocio para todos sus ingresos o no tienen poder para negociar mejores arreglos ", dijo Lees-Galloway. “Hay dos situaciones particulares que nos preocupan; trabajadores que han sido clasificados erróneamente como contratistas en lugar de empleados, por lo que están perdiendo sus derechos laborales legítimos, y los trabajadores que están en la 'zona gris' entre el estado del contratista y el empleado ".

Se ha encontrado una clasificación errónea en muchos sectores, incluida la construcción.

Los trabajadores mal clasificados son aquellos contratados como contratistas cuando son, en esencia, empleados, ya sea por error o para mantener bajos los costes. Los trabajadores en la 'zona gris' comparten algunas características con los trabajadores independientes, por ejemplo, que tienen su propio negocio. También comparten algunas características con los empleados, por ejemplo, dependen mucho de una empresa para obtener la mayor parte de sus ingresos o tienen un control limitado sobre su trabajo.

El gobierno está buscando comentarios sobre cuatro grupos de posibles opciones para el cambio, que apuntan a:

• disuadir a los empleadores de clasificar erróneamente a los trabajadores como contratistas y no como empleados;
• facilitar a los trabajadores el acceso a una determinación de su situación laboral;
• cambiar quién es un empleado bajo la ley de Nueva Zelanda; y
• Mejorar las protecciones para los contratistas sin convertirlos en empleados.

"Estos cambios se centran en proporcionar un equilibrio justo entre la protección de los contratistas vulnerables, mientras se mantiene la flexibilidad, la independencia y otros beneficios de la contratación en los acuerdos donde funciona", dijo Lees-Galloway.

ECONOMÍA GIG

La gig economy o economía de los pequeños encargos es una nuevo relación laboral en el que se contratan empleados puntualmente para trabajos esporádicos en los que los empleados aportan todo lo necesario para la actividad. Un término que no es nuevo, pero gracias al desarrollo de la tecnología este modelo está al alza.

Si la flexibilidad es una de las ventajas que ofrece esta nueva forma de trabajar, las mayores críticas vienen del riesgo de precarización laboral y una uberización de la economía.  Además, la crisis económica ha traído congelación de plantillas, salarios a la baja y aumento de la externalización, lo que ha ahondado en la brecha entre los trabajadores que conservan su puesto indefinido con aquellos, la mayoría jóvenes o mayores de 45 años, que están desempleados o acceden a trabajo a tiempo parcial.

“La precariedad no la han inventado las plataformas. Las formas atípicas de relación laboral (trabajos temporales, subcontratas) llevan creciendo desde hace décadas, y más en países como España. Lo único que van a hacer las plataformas digitales es acelerar esa tendencia en España e Iberoamérica.

Con un crecimiento exponencial y con muchas aplicaciones sin duda innovadoras, la gig economy puede compararse con el trabajo de un ‘freelance’ o el de un autónomo, ya que consiste en aceptar encargos de una duración concreta y sin exclusividad con la empresa contratante. Promete flexibilidad, comunicación online, teletrabajo, y deslocalización. Es decir, la posibilidad de trabajar para una empresa que se encuentra a miles de kilómetros de distancia.

La gig economy también tiene su impacto en el mercado laboral al favorecer los trabajos esporádicos, de duración reducida y en los que el contratado se encarga de una labor específica dentro de un proyecto. Es decir, una especie de contrato por obra y servicio que ya existe en España, aunque llevados a cabo por trabajadores que ejercen una actividad por cuenta propia.

Las empresas, especialmente las startups, descubrieron que Internet y los smartphones permitían asignar encargos de forma casi automática al trabajador mejor dispuesto (es lo que hace, por ejemplo, Uber con sus conductores) o dividir trabajos complejos en pequeñas tareas a cumplir por un ejército de trabajadores online (como es el caso de Mechanical Turk).

LA GIG ECONOMY EN ESTADOS UNIDOS

La gig economy nació en Estados Unidos en medio de la crisis generada en el verano de 2007 por las hipotecas subprime. La necesidad de un cambio de paradigma económico y laboral impulsó el nacimiento de esta nueva forma de hacer negocios. En la actualidad, según un informe de McKinsey, entre el 20 y el 30 % de la población activa en EEUU participa en la gig economy en sus diferentes grados.

Una de las plataformas que más éxito tiene en el país norteamericano es TaskRabbit. Especializada en tareas domésticas que incluyen mudanzas, instalaciones eléctricas o la realización de la compra, pone en contacto a clientes con trabajadores. Estos pueden responder a la oferta de un cliente para un proyecto en concreto, y también pueden ser contactados directamente por el usuario según su perfil.

En España, la regulación en torno a la gig economy la establece el régimen de autónomos. De hecho, una persona puede ser simultáneamente autónomo y trabajador por cuenta ajena cuando su jornada laboral como asalariado sea a tiempo completo, o a tiempo parcial superior al 50 %. A esta situación se le denomina pluriactividad.

EL IMPACTO DE LA GIG ECONOMY EN NUESTRO TRABAJO

El modelo de gig economy representa para muchas personas la posibilidad de lograr una mayor conciliación entre la vida laboral y personal. Sin duda, tiene muchas ventajas tanto para las empresas (que únicamente pagan las horas efectivamente trabajadas, las ‘productivas’) como para los trabajadores, a los que se les brinda una flexibilidad horaria y laboral que les permite encajar sus habilidades con proyectos específicos.

En cualquier caso, los ingresos del trabajador dependen en gran medida de los proyectos en los que el trabajador participe, y las vacaciones se ven reducidas a momentos de inactividad, que no siempre son posibles.

En definitiva, parece que la gig economy ha llegado para quedarse. Su impacto en el mercado laboral ya es más que palpable, pero cabe esperar que este nuevo modelo de hacer negocios siga consolidándose en el futuro.
 

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